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Este artículo está en varias versiones para que lo consumas como más te guste.
(Todas dicen más o menos lo mismo)

El miedo es uno de los instintos primarios más antiguos que usa nuestra mente como herramienta para dirigir nuestras acciones y decisiones; en general es positivo; de hecho es vital. Sin embargo, también puede traer repercusiones negativas a nuestra vida.

¿Por qué el miedo es un problema ?

“El miedo es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro”, por lo menos así es como está definido en Wikipedia. Pero lo que lo hace problemático no es sólo el hecho de que se sienta mal, lo problemático son sus características y consecuencias.

El miedo altera el funcionamiento de nuestro organismo y hace que pongamos toda nuestra atención en la amenaza, lo cual, nos hace perder la noción del panorama completo, nublando nuestro juicio y como si fuera poco el miedo no sólo se activa con peligros reales y actuales, también, lo hace con peligros desactualizados del pasado e incluso con peligros imaginarios. 

Entonces, aunque en muchas ocasiones el miedo es adecuado y beneficioso; con mucha frecuencia, esta emoción surge en situaciones no pertinentes. Puede surgir en escenarios que realmente no son peligrosos, en situaciones que debemos enfrentar o en algunas que incluso nos conviene; además, puede hacernos actuar tontamente, incitándonos a tomar atajos, a renunciar o bloqueándonos.

El miedo puede hacer que nunca persigas tus sueños, porque temes fracasar y ser criticado; puede hacer que nunca te atrevas a tener aventuras, porque temes que algo malo te pase; puede hacer que no encuentres una pareja con quien te sientas bien, porque siempre le huiste al rechazo o, por miedo a la soledad, nunca te atreviste a terminar esa relación tóxica; puede desestabilizar tu vida financiera o sumergirte en deudas, porque temes que tus amigos o tu familia se burle de ti si no mantienes un estilo de vida equivalente al de ellos; en general, el miedo puede hacerte tomar malas decisiones financieras, personales, intelectuales, emocionales y de salud, una y otra vez, hasta que odies la vida que haz construido.

Ok, pero… ¿de dónde viene el miedo y pa’ que se lo inventaron?

El miedo es una de las emociones primarias, surgió como uno de los mecanismos que usa la mente para alejarnos del peligro; para mantenernos a salvo.

A lo largo de la historia evolutiva no sólo del hombre, sino de los animales en general, el miedo fue una de las mecánicas que premió la selección natural; por ende, se incrustó en nuestros genes. Sobrevivían y se reproducían más, las personas y los animales que por temor se alejaban de los peligros; el que no se arrimaba al charco donde estaban los cocodrilos, el que no salía en la noche, el que no se hacía exiliar de la manada.

Entonces, el miedo se convirtió en esta herramienta fundamental que busca alejarnos de todo lo que pueda representar una amenaza para nuestra vida e integridad… para ayudarnos a sobrevivir.

Algunos temores que son innatos, como el miedo a las serpientes o arañas, el miedo a las alturas y la claustrofobia; otros, son miedos aprendidos, algunos por experiencias personales del pasado que causaron dolor o sufrimiento, otros por influencia de los demás.

Al final… ¿el miedo es algo bueno?, o es algo malo…

Sí, es cierto que el miedo surgió como algo bueno, y fue fundamental para que nuestra especie sobreviviera hasta el presente; sin embargo, mucho tiempo ha pasado en la historia humana, las condiciones en las que vivimos ahora son muy diferentes a las de los primeros humanos; y como el cerebro y nuestros genes siguen siendo básicamente iguales, la sensación de miedo no siempre se ajusta a las situaciones que enfrentamos hoy en día, y con frecuencia nos perjudica.

No podemos generalizar y decir que el miedo hoy en día es algo malo; de hecho, sigue siendo pertinente y fundamental en muchas situaciones; como cuando realmente nuestra integridad está en riesgo.

Está bien que le temas a la guerra, a estar en un accidente de tránsito, a un robo a mano armada, a naufragar en alta mar; en general, a las situaciones donde si te detienes y evaluamos de forma objetiva, las probabilidad de sufrir lesiones graves es realmente considerable. Al fin de cuentas, todos queremos sobrevivir.

Pero hay otras situaciones… muchas otras situaciones, donde el miedo está fuera de lugar y nos perjudica. Son situaciones donde el miedo es generado por un peligro imaginario, por una amenaza que antes era real pero ahora no lo es, por una idea erróneamente aceptada y enseñada por la sociedad o puede surgir por una experiencia personal del pasado que no se entendió ni se evaluó correctamente.

Son muchos los miedos infundamentados y perjudiciales; por ejemplo, el miedo a ser criticado en redes sociales; el miedo a ser señalado y ridiculizado cuando expresas tu creatividad; el miedo al rechazo por una persona que te gusta (este es más marcado en los hombres); el miedo a montar en avión; el miedo a viajar; el miedo al agua después de aprender a nadar; el miedo a fracasar.

Casi todas las actividades relacionadas con sobresalir y evolucionar generan miedo perjudicial y peligroso, porque te obligan a tomar un camino diferente al de los demás y eso te expone a la crítica y a la soledad; porque el fracaso y los errores son inevitables y eso te pone en una posición vulnerable; porque la gran mayoría de gente piensa que la forma correcta de vivir es hacer lo mismo que hacen los demás (que se supone es el “camino seguro”) y cuando tu quieras tomar otro camino, intentarán convencerte de no hacerlo, algunos de forma amigable y otros de forma agresiva.

Los miedos imaginarios o impertinentes son supremamente perjudiciales porque limitan tu vida innecesariamente y evitan que llegues a ser todo lo que puedes llegar a ser.

Algunas características del miedo que debemos entender

Como el miedo jugó un papel tan importante en la historia de la humanidad, desarrolló ciertas características que lo hacen peligroso y difícil de controlar. A continuación, exploraremos algunas de ellas.

El miedo se riega

De forma instintiva los humanos tendemos a poner especial atención a los eventos, situaciones e historias que generan miedo, porque solían ser señales de peligros potenciales para nuestra integridad y enterarnos de esas situaciones, recordarlas y temerles, nos ayudaba a sobrevivir.

Además, venimos con la inclinación de querer hablar sobre nuestros miedos; por un lado porque la mente lo ve como una forma de cuidarnos unos a otros y así lograr que nuestra comunidad tenga mejores posibilidades de sobrevivir; por el otro, como es un tema que despierta un especial interés en los demás… y la atención se siente bien, entonces, nos vemos motivados a hablar sobre ellos. 

Estas características hacen que los miedos se esparzan con mucha facilidad.

El miedo no se cuestiona

Cuando escuchamos una historia sobre algún peligro o alguna situación que nos genera miedo, la tendemos a aceptar y a interiorizar sin cuestionarla mucho. Nuestro primer impulso es asumir que la historia es cierta, que el peligro es tan latente como nos lo cuentan y que no hay otras versiones ni perspectivas que cuestionen la magnitud de la amenaza.

Esto sucede porque cuando el miedo es generado por un peligro real, el costo de la duda puede ser la muerte; y esto era especialmente cierto para nuestros antepasados.

Si alguien te contaba que vio un león y tú querías verificar si era cierto, debías ir y mirar… si la historia era falsa, ¡bien!, aclarabas tu duda; pero si era cierta, terminabas siendo la cena del león; entonces, era mejor idea asumir que la historia era cierta, sin importar que de pronto lo que pasó fue que la otra persona se confundió al ver la sombra de una piedra o algo similar; simplemente era mejor no volver a acercarse a esa zona. De hecho, es la misma situación que vivimos actualmente con las historias sobre verdaderas amenazas a nuestra integridad.

Estas dinámicas del temor y la mente hace que los miedos que viajan en las historias sean fáciles de aceptar… sean altamente contagiosas.

El miedo distorsiona la realidad

Cuando hay una situación confusa, que puede o no representar un peligro para nosotros, la mente por defecto tiende a asumir que el peligro es real; porque así la probabilidad de que el peligro se materialice  sea baja… pues, es un riesgo que prefiere no correr; entonces, lo interpreta como un peligro latente y activa el miedo. Sin importar que las estadísticas reales sugieran lo contrario.

Ir a ver si esa sombra que tiene forma de león es realmente un león, es un riesgo que no vale la pena, “dice” la mente… ella prefiere asumir que eso es un león.

Esta presunción, combinada con el hecho de que el miedo es contagioso y no se cuestiona, hace que las historias exageradas viajen como ciertas; lo que provoca la aparición de muchos miedos que no corresponden con la realidad.

El miedo se recuerda

Como el miedo es una sensación asociada a un potencial peligro, la evolución se encargó de que nuestra mente no sólo prestará especial atención a ellos, sino que también los recuerde por mucho tiempo. Porque si existe un peligro, hay que evitarlo mientras existamos.

Por eso, las situaciones que vivimos o las historias que escuchamos que nos crearon miedos, las tendemos a recordar mucho más que otro tipo de historias y experiencias.

Esta característica es muy buena con los miedos que están asociados a peligros reales y constantes. 

Pero es perjudicial con las situaciones donde algo que antes representaba un peligro, por los azares de la vida ha dejado de ser una amenaza. Como la persona que de niño lo atacó un perro y 20 años después continúa temiéndoles, incluso siendo 5 veces más grande y fuerte que cualquier perro.

¿Qué podemos concluir?

El miedo hace parte de nosotros y no debemos resentirlo ni rechazarlo ciegamente, porque cumple un rol importante en nuestra supervivencia.

Sin embargo, debes tener muy presente que sus características lo hacen inexacto lo que hace que temamos a muchas cosas que no son realmente una amenaza y que tomemos medidas sobredimensionadas ante historias de peligro y situaciones amenazantes. Esto hace que limitemos nuestra vida más de lo necesario, a veces hasta el punto de convertirla en una vida que no queremos vivir.

Es por esto, que es importante vigilar nuestros miedos y cuestionarlos; cuando se despierta esta sensación, debemos detenernos a evaluar de forma objetiva y racional; si el miedo que sentimos realmente está relacionado a un peligro considerable a nuestra vida… nos alejamos; pero cuando no vemos la verdadera amenaza, no debemos dejar que el miedo nos detenga… debemos enfrentarlo; ahora, cuando al analizarlo concluimos que sí hay peligro, pero muy bajo o no mortal… Pon en la balanza el perjuicio vs el beneficio y decide si vale la pena correr el riesgo.

TL;DR (Too Long; Didn’t Read)

El miedo es una de las herramientas más antiguas de la historia humana y animal; nuestra mente la usa para dirigir nuestras acciones y decisiones. 

Es una sensación desagradable provocada por el peligro; en general, es positivo y nos ayuda a sobrevivir; sin embargo, también puede tornarse en nuestra contra, limitando y deformando nuestra vida.

El miedo exagera las situaciones, no las cuestiona, las recuerda y las comunica. Esto hace que se creen muchos miedos sobredimensionados o que no corresponden a amenazas reales.

Por eso es importante, ante el miedo, detenerse y evaluar racionalmente la situación para poder tomar una decisión acorde a la realidad y no dejar que distorsione nuestra vida.

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