El humano como individuo es un ser excepcional lleno de habilidades; sin embargo, no fueron estas capacidades las que lo hicieron prevalecer sobre las otras especies en el camino evolutivo, fueron sus dinámicas sociales.
El comportamiento en grupos jugó un papel tan fundamental en la historia evolutiva humana, que nuestro cerebro desarrolló sistemas y dinámicas orientadas a fortalecer nuestro comportamiento como tribu. Dinámicas fundamentales y muy poderosas, pero que en ocasiones chocan con nuestras condiciones actuales y, cuando lo hacen, en lugar de ayudarnos, nos perjudican; este es el caso de la obsesión con el “qué dirán”.
¿Por qué nos importa tanto el “qué dirán”?
El ser humano como individuo es una obra de arte, es un organismo sumamente complejo, con capacidades y habilidades sobresalientes. Podemos ver, oír, sentir, oler y saborear; somos capaces de pensar, aprender e imaginar; somos fuertes y ágiles; manipulamos objetos y herramientas; somos capaces de sobrevivir en el calor, el frío, en las montañas y en el desierto; gozamos de una gran cantidad de características positivas.
Pero si nos ponen solos, sin herramientas y sin nuestro conocimiento acumulado en un entorno natural, primitivo y salvaje, no sobreviviríamos. Porque somos fuertes, pero no los más fuertes; somos veloces, pero no los más veloces; y porque aunque probablemente somos los seres con mayor capacidad mental, esta no sería suficiente para sobrevivir a tooodas las amenazas del mundo salvaje sin ayuda externa.
No fueron nuestras capacidades individuales las que nos convirtieron en la especie dominante de este planeta, fueron las dinámicas y mecánicas que desarrollamos en comunidad.
Desde que la especie humana apareció, fue una especie social, vivíamos en comunidad, nos cuidamos unos a otros, nos dividimos las tareas, las vulnerabilidades de uno las cubrían otros; fue esto lo que nos permitió, sin ser los más fuertes o veloces, convertirnos en la especie dominante.
Vivir en comunidad fué una característica tan fundamental para nuestro éxito como especie, que nuestro cuerpo y mente desarrollaron a nivel biológico, dinámicas para fortalecer e incentivar este comportamiento; desarrollamos lenguajes para comunicar ideas complejas y poder actuar en grupo más armónicamente; tenemos empatía que hace que sintamos la alegría y el sufrimiento de los demás buscando que actuemos en pro del beneficio de la comunidad; hay sistemas mentales que hacen que cuando ayudamos a otra persona nos sintamos bien; también, sentimos un fuerte anhelo por la aprobación de los demás y miedo al rechazo de la comunidad, que es el principio que nos convoca en este artículo.
El deseo de aprobación y el miedo al rechazo surgió porque pertenecer a nuestra tribu era fundamental para sobrevivir. Nuestras necesidades básicas eran oxígeno, alimento y tribu; Incluso, tal vez la tribu era más importante que la misma comida, porque esta era la que nos ayudaba a conseguirla. Pero no solo nos daba alimento, también nos daba seguridad y comunidad. En la tribu encontrábamos con quien compartir, de quién aprender, con quién reproducirnos, quien cuidara nuestra familia de depredadores mientras salíamos a buscar alimentos, o si éramos de los que se quedaban cuidando la comunidad, encontrábamos quién nos alimentara; incluso, si tenías alguna limitación discapacidad o llegabas a una edad donde ya no podías valerte por ti mismo, era la tribu la que cuidaba de ti.
Sin tribu no te reproducías, sin tribu morías; es por eso que para nuestra mente es tan importante la sociedad, por eso nos importa tanto la opinión de los demás, por eso nos duele tanto el rechazo, por eso somos tan sensibles al “qué dirán”. Porque durante toda nuestra etapa evolutiva, ser excluido de la tribu significaba la muerte.
El presente de nuestro “tribalismo”
En el pasado, durante unos 200 mil años, era el vivir en comunidad el que nos permitía sobrevivir, ser aceptados era un requisito, agradarle a los demás era fundamental; el “qué dirán” era realmente importante, era vital.
Pero las cosas han cambiado un poco; hoy, aunque seguimos siendo seres que dependen de la sociedad y la comunidad para poder sobrevivir, ya no vivimos bajo las mismas condiciones.
Hace unos 10 mil años, cuando los humanos aprendimos a dominar la agricultura, las condiciones en las que vivíamos empezaron a cambiar; nuestras sociedades fueron creciendo cada vez más y pasamos de vivir en pequeñas comunidades de entre 25 y 200 personas, a vivir en ciudades masivas con millones de personas; además, las fronteras y las distancias se han desvanecido gracias a la globalización, a los medios de transporte y tecnologías como el internet y las videollamadas. Esto ha dado como resultado que hoy podamos tener contacto con decenas (si no son cientos) de millones de personas, lo cual representa un cambio drástico de condiciones.
Además, el aumento vertiginoso del tamaño de nuestras comunidades ha obligado a nuestras sociedades a evolucionar y desarrollar dinámicas y sistemas más complejos, los cuales modifican también nuestras condiciones.
Ya no necesitamos TANTO de la tribu
Nuestra sociedad está estructurada de forma tal que el acceso a las necesidades básicas (alimento, oxígeno y protección), están casi que garantizadas para todos sin exigir mucho a cambio, tienes prácticamente cubiertas tus necesidades básicas, sólo por haber nacido (que tampoco es cualquier cosa) como miembro de la sociedad.
Lo que necesitas de tu tribu o comunidad cercana se ha limitado a compañía, apoyo, identidad, reproducción y sentido (puede que se me pasen algunas). Esto significa que aunque sigue siendo super importante encontrar el grupo de personas que suplan estas necesidades, ya las consecuencias de ser excluido de la tribu no son inmediatamente mortales.
Si nos excluyen o salimos de nuestro grupo cercano, no vamos a pasar hambre, ni tampoco va a venir un tigre dientes de sable a comernos; esto es una gran diferencia que nuestro cerebro por defecto no asimila, él tiende a seguir comportándose como si la desaprobación de nuestros seres cercanos significara la muerte.
Ahora tenemos acceso a nuevas tribus
El nuevo tamaño de nuestras sociedades y las nuevas capacidades de interacción que nos ha brindado la tecnología, nos permite hoy elegir nuestra tribu.
Ya no estamos obligados a convivir y compartir únicamente con las 20 o 100 personas que resultaron vivir cerca de donde nacimos. Podemos tener relaciones cercanas con personas que viven en partes alejadas de la ciudad o en otras poblaciones, incluso tenemos la posibilidad de entablar relaciones, amistades y romances por medio de un contacto puramente virtual.
Nuestra realidad ha cambiado drásticamente, y aunque no signifique que podamos prescindir del contacto social, o que ahora navegar las dinámicas sociales sea más fácil, sí significa que necesitamos adaptar nuestro comportamiento para que corresponda a nuestro presente, así guiar nuestra vida y aprovechar al máximo nuestro tiempo en este planeta.
Pero entonces… ¿Cuál es el problema del “qué dirán”?
Nosotros vivimos navegando entre un mar de opiniones; las opiniones de nuestros amigos, nuestra familia, los compañeros de trabajo, los de estudio, y en general las de todas las personas con las que nos cruzamos, es algo natural, tanto, que nosotros también lo hacemos.
El problema empieza cuando el “qué dirán”, o nuestra obsesión por buscar siempre la aprobación de los demás, hace que te salgas de tu camino para evitar sentirte juzgado. Cuando dejas de hacer cosas que quieres hacer; cuando empiezas a hacer cosas que no quieres hacer; cuando comprometes tus gustos, tus ideas e incluso tus principios, sólo por complacer a los demás.
Es muy fácil caer en esa actitud que describe el dicho popular “¿pa dónde va Vicente?, pa donde va la gente” y esto, en sí, no es malo. El concepto no está del todo mal; para pertenecer a una comunidad es necesario, aceptable e incluso saludable adoptar ciertos tipos de comportamientos como dichos, chistes, lenguaje, etc, y como lo mencionamos anteriormente, pertenecer a una tribu es importante.
El problema es darle rienda suelta al impulso de complacer a todos en todo para evitar ser juzgados, porque esto limita innecesariamente los caminos que puedes elegir para tu vida, lentamente con el tiempo te hace perder tu identidad personal y destruye tu autoestima. Y cuando tu autoestima es débil vas a poner siempre las opiniones ajenas por encima de las tuyas, esto traerá inevitablemente como consecuencia una crisis de identidad y de sentido, porque vas a sentir que no estás viviendo la vida que quieres vivir, sino la vida que los demás quieren que tú vivas.
Además, es imposible complacer al 100% de las personas, porque todo el mundo es diferente y todos opinan, así que si estas jugando al juego de tratar de ganar la aprobación de todos, te vas a frustrar aún más por no lograrlo, porque no lo vas a lograr, porque es imposible.
El “qué dirán” también es conflictivo porque el capitalismo aprendió a utilizar nuestra sed de aprobación para lograr más ventas y se ha creado toda una rama de obsesión tóxica por el “qué dirán” relacionada con el consumismo. Nos dicen que si nos ponemos ropa de marca vamos a ser más aceptados; que si invitamos a nuestra pareja a un restaurante fino, ella nos va a querer más; que si vivimos en un barrio elegante, somos más valiosos; entre muchos otros mensajes de este tipo (Leer mas sobre el conflicto que genera el capitalismo). A jugar este juego nos invitan constantemente muchos actores de la sociedad, las empresas que venden productos, las que prestan servicios, los bancos que quieren que nos endeudemos, incluso la misma sociedad que ya ha interiorizado y se ha creído todohttps://danielcanog.com/dinero-y-poder-el-espejismo-de-nuestra-sociedad-capitalistas estas ideas. Pero es un juego que nadie puede ganar, porque así está diseñado, si logras conseguir suficiente dinero para cubrir de sobra tus necesidades actuales, te van a ofrecer algo nuevo y llamativo para que te gastes tu nuevo ingreso e incluso, ojalá un poco más.
Por fortuna estamos en el siglo XXI
Aunque esta obsesión innata con el “qué dirán” choca con las condiciones actuales de nuestra realidad (Ver post: Consecuencias de nuestro pasado) y crea obstáculos, no significa que estemos inevitablemente condenados a mortificarnos con el “qué dirán”, que debamos ser esclavos de las opiniones de los demás y debamos mantenernos en el interminable e imposible camino de buscar complacer a todos los que nos rodean.
La realidad es que nuestro presente tiene muchos más beneficios que dificultades en esta área. Tenemos posibilidades que en el pasado eran inimaginables. Las necesidades básicas (alimento, vivienda y seguridad) las podemos suplir fácilmente; tenemos derecho a formar nuestras propias ideas. Salir de la tribu no significa la muerte, es más, podemos encontrar una nueva fácilmente.
Hoy tenemos la fortuna de poder construir conscientemente nuestro círculo social entre una inmensa cantidad de personas; puedes elegir en qué quieres trabajar y dónde, lo que te permite buscar un ambiente laboral donde te sientas bien; puedes mudarte dentro tu ciudad (o a una diferente) y graduar la cercanía física que quieres mantener con tu familia y amigos; hay una inmensa cantidad de deportes, hobbies y actividades donde puedes participar y donde puedes encontrar gente afín a tus gustos que pueden entrar a ser parte de tu tribu; puedes tener contacto virtual con personas e incluirlas en tu círculo social, sin importar su ubicación, incluso las redes permiten seguir a casi cualquier personaje y enterarse de lo que dice y piensa, lo cual permite que tu metas a esa persona a tu circulo social, incluso si tu no perteneces al suyo; también, gracias al alcance masivo del internet puedes encontrar grupos o comunidades que se reúnen en torno a intereses específicos, como juegos, deportes, un arte, una profesión o incluso puedes crear tu propio grupo alrededor de lo que te gusta y te apasiona; esto, por mencionar sólo algunos de los beneficios que el presente nos ofrece en lo que respecta a la tribu y al “qué dirán”.
¿Qué podemos concluir?
Lo primero que quiero que te lleves de este artículo, es que no debes sentirte culpable por sentir preocupación por el “qué dirán”, es algo normal, viene en nuestros genes y hace parte de nuestra biología; sin embargo, debes mantenerlo bajo control, ten presente que este es un impulso al que no le debes dar vía libre porque puede enredarte la vida.
Lo segundo es que, si quieres sentir que tu vida tiene un sentido y que no viniste a este planeta a ser uno más del montón, debes recorrer tu propio camino; esto significa que debes exponerte a la crítica y a la desaprobación de los demás, acepta su presencia y aprende a manejarlas. Más bien, trabaja en fortalecer tu autoestima, es lo único que te va a permitir confiar en tus ideas y principios, y al fin de cuentas, trazar tu propio camino.
Pero recuerda que aunque no tienes que gustarle a todo el mundo y no debes hacer caso a todo lo que te dicen, sí necesitas encontrar esa comunidad donde sientas que perteneces. Aprovecha todas las ventajas que el transporte, la globalización y el internet te ofrecen para encontrar y construir tu círculo social de la forma que mejor se adapte a tus principios y propósitos.
TL;DR (Too Long; Didn’t Read)
En la historia evolutiva, el ser humano sobresalió y se convirtió en la especie dominante gracias a sus dinámicas sociales. Su organización en tribus y sus comportamientos como comunidad eran tan importantes para la supervivencia que nuestra mente desarrolló una “obsesión” por buscar la aprobación de los demás, algo a lo que comúnmente nos referimos como el “qué dirán”.
En la actualidad nuestras sociedades y nuestras condiciones han cambiado tanto, que aunque la vida en sociedad sigue siendo sumamente importante, la obsesión por el “qué dirán” se ha vuelto conflictiva, con frecuencia nos perjudica y nos limita la capacidad de tomar nuestras propias decisiones y de vivir una vida plena. Por eso, es importante mantener nuestra preocupación por la aprobación de los demás bajo control.
Si quieres sentir que tu vida tiene sentido y que no viniste al mundo a ser “uno más” del montón, debes recorrer tu propio camino, lo que implica exponerte a la crítica de los demás; acepta su presencia y trabaja más bien en fortalecer tu autoestima. Aun así,recuerda que aunque no tienes que gustarle a todo el mundo, sí necesitas encontrar una comunidad donde sientas que perteneces; aprovecha las ventajas que te ofrece el presente para encontrar y construir tu tribu de la forma en la que mejor se adapte a tus principios y propósitos.
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