A los humanos nos gusta el dulce, lo consumimos tanto que llegamos a dañar nuestra salud; nuestro cuerpo de forma natural tiende a buscar y disfrutar mucho los alimentos dulces o azucarados, es un comportamiento que tiene sus raíces en nuestra historia evolutiva.
En el entorno en el que vivían nuestros ancestros, el dulce solía ser escaso y esto generó por un lado, que nuestro cuerpo aprendiera a vivir con poco azúcar; por el otro, que nuestra mente tuviera una tendencia a buscar y consumir este tipo de alimentos. Este sistema aún vive en nosotros y entra en conflicto con nuestra realidad moderna y abundante.
¿Qué es lo que vemos en la sociedad?
El consumo excesivo de dulce genera problemas de salud como diabetes, sobrepeso y enfermedades cardiovasculares; es un hecho que se ha estudiado y demostrado en repetidas ocasiones y aunque constantemente se hacen todo tipo de campañas tratando de generar conciencia del riesgo que representa, las cifras muestran que la cantidad de enfermedades ocasionados por el consumo excesivo de azúcar aumentan cada vez más.
Es un problema complejo con el que podemos fácilmente empatizar porque todos lo hemos experimentado, aunque entendemos que mucho dulce no es saludable sentimos esa atracción a consumirlo, a veces, sólo con pensar en una chocolatina o un postre se nos hace agua la boca y con más frecuencia de la que deseamos puede más el antojo que la conciencia y la voluntad. Nos preguntamos entonces ¿por qué desea tanto nuestro cuerpo algo que nos puede causar daño?.
¿Por qué nuestro cerebro añora el dulce?
Técnicamente hay muchos tipos de azúcares, glucosa, fructosa, lactosa, etc; pero todos caen dentro de la categoría de carbohidratos, más comúnmente conocidos como “dulces”.
Cuando consumimos carbohidratos, el sistema digestivo los convierte en glucosa que es la fuente principal de energía para las células, el sistema circulatorio se encarga de repartirla por todo el cuerpo y la que no se utiliza, se almacena en forma de grasa para ser usada después; pero, esto no es lo único que sucede.
Desde que empezamos a pensar en dulce, y especialmente cuando este toca la lengua se activa el “sistema de recompensa” del cerebro. El complejo sistema que está detrás de todo lo que sentimos como agradable o placentero, que básicamente trata de dar respuesta a la pregunta “¿debería volver a hacer esto?”.
Cuando se activa el “sistema de recompensa”, nuestro cerebro libera una sustancia llamada dopamina, que es la que nos hace sentir tan bien; de hecho, es la misma sustancia que se libera cuando consumimos alcohol, nicotina o heroína, entre otras y así como estas son altamente adictivas, el consumo de azúcar también puede convertirse en una adicción.
La sensación de placer generada por el consumo de azúcares se graba en nuestra memoria y es esta dinámica bioquímica la que hace que nuestro cerebro añore tanto el dulce.
¿De dónde viene tanto gusto por el dulce?
Controlar el dulce es una de las cosas difíciles de lograr en la vida, cada vez que intentamos y fracasamos nos preguntamos, ¿por qué es tan difícil controlarlo?… ¿Por qué nos gusta tanto el dulce?
Para entender este fenómeno debemos viajar al pasado y explorar la historia evolutiva de nuestra especie.
La evolución humana y el dulce
La historia “moderna” del hombre inició apenas hace unos 10 mil años con el descubrimiento de la agricultura, pero nuestra especie es mucho más antigua. Antes de llegar a este punto especial de la historia los humanos vivimos aproximadamente unos 200 millones de años en un panorama muy diferente, donde evolucionamos y desarrollamos sistemas y mecánicas para sobrevivir en ese entorno.
Los carbohidratos los necesitábamos para que nuestro cuerpo funcionara, por eso, nuestro cerebro interpretó lo dulce como algo placentero, incentivandonos a consumirlos, a diferencia de otros sabores como el ácido y lo amargo que tendemos a rechazar porque solían indicar que eran alimentos malos o dañinos (como comida podrida o leche cortada).
Pero en esa época el dulce no abundaba, las frutas sólo se daban en temporada y la miel era difícil de conseguir; por eso, desarrollamos un sistema de almacenamiento de energía (la grasa); nuestro cuerpo optimizó su funcionamiento para que las calorías requeridas para sobrevivir, fueran relativamente pocas; y con el tiempo, desarrollamos un deseo fuerte por el dulce, lo buscamos, lo anhelamos y cuando lo tenemos en frente lo consumimos en cantidades.
Es por esto que nos gusta tanto el dulce, cuando lo tenemos a disposición tendemos a consumir compulsivamente, es algo natural, es un impulso innato fuerte. De hecho, es aún más fuerte en los niños porque el crecimiento es un proceso que requiere muchas calorías y el cerebro genera en ellos una presión mucho más fuerte para consumirlo; por eso, a los niños les encanta aún más el dulce, quizás también podemos entender por este lado el por qué a los niños no les gustan las verduras…. En general, no saben dulce.
El choque entre nuestra biología y el presente
Aunque realmente el cuerpo humano sólo necesita diariamente una dosis de carbohidratos equivalente a unas 6 o 9 cucharadas (tinteras) de azúcar, nuestra mente no deja de anhelar el dulce cuando se cumple esta cuota diaria; esta piensa que la disponibilidad del dulce se va a acabar, como solía suceder con las frutas al final de las cosechas; por eso, quiere seguir comiendo más y más para almacenarla y usarla cuando llegue la escasez.
El problema es que hoy vivimos en un mundo totalmente diferente, tenemos azúcar en cantidades, los almacenes están llenos de productos ricos en carbohidratos, desde los bombones, chocolates y gaseosas, hasta las salsas, harinas y lácteos. Con tanta abundancia de dulce, terminamos consumiendo mucho más de lo necesario, se estima que en promedio una persona consume carbohidratos equivalentes a 22 cucharadas(tinteras) de azúcar al día; pero este no es el problema.
El problema es que a diferencia que las frutas en cosecha, los dulces nunca se acaban, los tenemos disponibles todo el año. Entonces esa época de escasez nunca llega, acumulamos y acumulamos energía pero nunca la utilizamos. Para esto no está diseñado nuestro cuerpo y es precisamente eso lo que nos genera un montón de problemas de salud, sobrepeso, diabetes, problemas en el corazón, etc.
¿Cómo mantener bajo control nuestro consumo de dulce?
El primer paso es reconocer nuestro cuerpo y sus dinámicas, aceptar que esa tendencia hacia el dulce la vamos a sentir y entender que hoy en día, si queremos cuidar nuestra salud, no podemos acolitarnos todos los antojos; es necesario actuar racionalmente y ponerle freno a estos impulsos.
Ahora, también podemos ayudarnos con ciertas técnicas que aunque no eliminan el deseo por el dulce, sí ayudan a calmarlos un poco.
Elimina las tentaciones
Es mucho más probable que caigas en la tentación de comer dulce si lo tienes a la mano, elimina las golosinas dulces de tu mercado y cuando te vayas a comprar uno para darte un gustico, comprate sólo el que te vas a comer.
Come golosinas bajas en dulce o frutas
Los antojos van a suceder, mantén frutas o productos bajos en azúcar cerca para que acudas a ellos cuando necesites calmar la ansiedad sin perjudicar tu salud.
Toma agua
En muchas ocasiones esas ganas de comer algo dulce es hambre o sed y el agua puede ayudar a calmar esos ataques de ansiedad, aprende a disfrutarla.
Evita las bebidas azucaradas
El azúcar disuelto en las bebidas no se siente tan dulce, así que procura alejarte de las gaseosas y otras bebidas azucaradas, que pueden convertirse fácilmente en la fuente de azúcar que descontrole tu dieta.
No uses mucha sal
No uses demasiada sal en tus comidas porque el cuerpo va a querer con más ganas comer algo dulce para balancear los sabores.
Come proteína y grasa
Asegurate de que en tus comidas fuertes haya proteína y grasas, así la sensación de llenura será más duradera y evitará que tu cuerpo pida comer golosinas mientras llega la próxima comida.
¿Y todo esto a qué viene?
Si sientes atracción por el dulce y te es difícil controlarla, tranquilo, no estás solo, todos lo sentimos, es parte de tu biología. Es natural que te sientas atraído por el dulce y que cuando lo tengas en frente quieras comer y comer sin parar; es natural, pero no es saludable darle rienda suelta a estos deseos; es un simple choque entre dos mundos, el mundo en el que vivimos durante nuestra evolución y el que habitamos actualmente.
Aunque sí es cierto que es difícil manejar una relación saludable con el dulce, es posible; es necesario que entiendas y aceptes tu biología; y que pongas tu razón y fuerza de voluntad por encima de tus impulsos y antojos.
TL;DR (Too Long; Didn’t Read)
Nuestro cuerpo normalmente tiende a disfrutar y a buscar mucho los alimentos dulces o azucarados, es un comportamiento natural que fue insertado en nuestras mentes en el camino de la evolución.
En el entorno en el que vivían nuestros ancestros, el dulce era un alimento escaso, se encontraba principalmente en las frutas y estas sólo se daban por temporadas. Esto llevó a que nuestro cuerpo aprendiera a vivir con poca azúcar, que sintiéramos una tendencia a buscar este tipo de alimentos y que cuando los tenemos en frente queramos comer todo lo posible para acumular energía para las épocas de escasez.
Estas dinámicas todavía están en nuestro cuerpo, y aunque en el pasado fueron adecuadas y muy útiles, hoy chocan con nuestra realidad; ahora tenemos dulce a nuestra disposición todo el año y no hay escasez; esto hace que lo consumamos en exceso, lo cual perjudica nuestra salud.
Podemos controlarlo pero para hacerlo es necesario entender estos mecanismos y poner la razón y la fuerza de voluntad por encima de nuestros impulsos y antojos.