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No a todo el mundo es bueno leyendo… (Yo, por ejemplo)

Así que este artículo está en varias versiones para que lo consumas como más te guste.
(Todas dicen más o menos lo mismo)

Si yo te digo que el bien siempre vence al mal, probablemente, lo primero que saltará a tu mente es un escenario de héroes y villanos, y pensarás que es una idea más como de ese mundo de las películas o depronto de novelas románticas, que realmente no corresponde mucho al mundo real; especialmente, porque vemos tantos ejemplos de empresas y personas que parecen prosperar sin ética, además de todas las veces que hemos sido víctimas de personas malintencionadas y de las derrotas que hemos tenido cuando tratamos de comportarnos correctamente. 

Aunque sí, es cierto que la vida tiene muchas vueltas, que tiene momentos difíciles y que comportarse con ética no nos exime de derrotas y fracasos, la verdad es que al final de cuentas, si se evalúa con la perspectiva correcta y en un lapso de tiempo lo suficientemente largo, el bien y las buenas intenciones siempre traen los mejores resultados, sean económicos, sociales o a nivel personal. 

¿Cómo así que el bien vs el mal?

La vida está llena de decisiones, algunas pequeñas, otras grandes, unas fáciles y otras difíciles, hay decisiones que generan gran placer y otras que generan un profundo dolor. La realidad es que en esta vida la “respuesta correcta” rara vez es clara o evidente, de hecho, por lo general ante temas delicados el correcto proceder casi nunca es blanco y negro, no es como que haya un camino que es evidentemente el correcto y otro que es claramente incorrecto, las opciones que la vida nos presenta suelen venir más como en diferentes tonalidades de grises, cada escenario se puede ver desde múltiples perspectivas, cada opción suele traer sus consecuencias positivas y negativas; y además, a la hora de tomar una decisión hay otros factores que influencian fuertemente, como el pasado, los sueños, los miedos, las debilidades y muchos otros más.

Con cierta frecuencia, nos enfrentamos a decisiones donde entra en conflicto lo correcto con lo cómodo, lo ético con lo conveniente o simplemente lo que sabemos que debemos hacer con lo que queremos hacer. Estas son normalmente las decisiones grandes, difíciles o dolorosas, y normalmente entramos en una especie de dicotomía, que se siente a veces como en las caricaturas cuando aparecen en tus hombros un diablito y un angelito discutiendo, tratando de convencerte. 

El diablito es triquiñuelo y maneja una gama amplia de argumentos convincentes, normalmente viene representando la pereza, el egoísmo, el miedo, la cobardía y en general todas las debilidades que tenemos dentro de nosotros mismos; pero en otras ocasiones viene simplemente en representación de la influencia que la sociedad y la cultura tiene sobre nosotros. Él suele presentar argumentos como, “si otras personas lo hacen, yo también puedo hacerlo”, o “lo que hago no está bien, pero nadie se va a enterar”, o “yo sé que está mal, pero en mi cultura es algo normal, así que tengo derecho a hacerlo”; en otras ocasiones apela a tu auto-compasión, usando la idea, de que la vida no te debería exigir tanto, con frases como, “yo debería hacer esto, pero es que es mucho trabajo”, o “yo quisiera aquello, pero es que es muy difícil”, o “no es justo que yo deba hacer esto y otras personas no”; o a veces utiliza la idea, de que hay ciertas cosas a las que tú simplemente tienes derecho, como, “yo tengo derecho de llegar a descansar después del trabajo”, o “yo tengo derecho a estar cómodo y a darme mis lujos”; éstas sólo por mencionar unas pocas de las muchas formas en las que se presenta esa voz interior que trata de justificar el que actúes de forma incorrecta.

Por otra parte, el angelito suele ser más directo y claro, suele ser la representación de nuestra voz de la conciencia, de nuestros principios éticos y nuestra razón; y suele usar argumentos como, “debemos actuar de cierta forma porque es lo correcto”, o “es lo que hay que hacer por que es lo justo”, o “lo inteligente y lo que nos conviene es tomar dicha decisión”.

Frente a este conflicto interno es apenas normal que surja la pregunta ¿qué es lo que realmente me conviene?, al fin y al cabo hay muchos argumentos para lado y lado, y si voy a tomar la decisión correcta (que es normalmente la incómoda y la difícil), debo estar muy convencido de que realmente es la más conveniente. En otras palabras, lo que nos preguntamos es ¿realmente actuar bien es más conveniente para mi vida?.

Es muy fácil pensar que ese cuentico de que “actuar bien siempre es mejor que actuar mal”, o dicho de otra forma, “que el bien siempre triunfa sobre el mal”, es una idea sacada de películas y novelas, donde usan estos argumentos para conectar con la audiencia y tal vez ser más amigables con el público joven, o que tal vez, esta es una idea que nos vende la sociedad para tratar de que nos comportemos bien o controlarnos. Es fácil dudar que esta idea corresponda a la realidad, especialmente cuando vemos empresas avaras y sin ética que tienen éxito; industrias como la petrolera, la automotriz y la ganadera que crecen mientras destruyen el planeta o cuando vemos en la historia innumerables casos de personajes y pueblos que prosperaron a costa de invasiones, esclavitud y matanzas; políticos corruptos que suben al poder; o cuando nosotros personalmente hemos sido víctimas de algún estafador o ladrón, o hemos intentado defender una buena causa y sin embargo, hemos fracasado.

Pongamos los pies en la tierra

Sí, es cierto que hay ocasiones donde el que actúa mal gana, por ejemplo, cuando el ladrón comete su crimen con éxito, se gana su botín; cuando al político corrupto le funcionan sus artimañas, logra ascender al poder; cuando tu pareja se cree tus mentiras, puede que evites una discusión; incluso, cuando nos hacemos los locos e ignoramos nuestros problemas, en ocasiones, ellos desaparecen por un tiempo. También es cierto, que actuar bien no nos blinda ante derrotas, puede que un día por querer defender a alguien también resultemos perjudicados, o en ocasiones, cuando haces algo bueno por alguien, puede que esa persona no muestre su agradecimiento, o peor aún, se aproveche de ti.

La verdad, es que en esta vida encontramos de todo, muchas veces suceden cosas buenas y justas, algunas veces hay eventos que nos hacen sentir que vivimos en un mundo retorcido y malvado y también encontramos infinidad de eventos que caen en algún punto entre estos dos extremos.

Pero la realidad es que el karma sí existe, es una ley natural y funciona siempre. Karma, o “la ley de la siembra y la cosecha” como lo llaman los cristianos, es la idea de que cuando actuamos bien, cosas buenas nos suceden, y cuando actuamos mal, lo que viene son cosas malas. A veces, se interpreta esta idea como algo místico, divino o mágico, lo cual genera en muchas personas escepticismo y abre la puerta a que se dude de la veracidad del concepto. Pero la verdad es que la idea del karma es muy natural y lógica, si nos detenemos y pensamos 30 segundos al respecto, podemos ver que no es para nada disparatado pensar que cuando uno se comporta bien cosas buenas le van a suceder, por ejemplo, si entregas un buen trabajo te van a recomendar; si ayudas a alguien, esa persona va a querer recompensarte; si eres amable, tu vida social se verá afectada positivamente; y la misma dinámica sucede con el mal actuar; es un concepto tan lógico que raya con lo obvio.

Lo que realmente sucede es que todas las decisiones tienen dos tipos de consecuencias: las superficiales y las profundas. Las consecuencias superficiales son esas que se ven de forma inmediata o que son de corto plazo, lo que puedes ganar o perder en una transacción, la reacción que una persona va a tener ante una conversación, o la sensación de dolor o de alivio que vas a tener al enfrentar o evitar un problema que necesita solución. Las consecuencias profundas por su parte, son las de largo plazo; son las que se acumulan; son las que impactan tu imagen personal, afecta la imagen que tiene tu comunidad sobre tí e impacta la imagen que tú mismo tienes sobre tí, son las consecuencias que afectan tu amor propio, el respeto por ti mismo y tu misma alma (sea como sea que entiendas este concepto); son las consecuencias que en últimas te construyen porque con cada decisión que tomas o refuerzas tus fortalezas, tus habilidades y tu coraje, o refuerzas tus debilidades, tus miedos y tus inseguridades.

Las consecuencias superficiales puede que en ocasiones beneficien al que engaña, al que hace trampa o al que toma atajos, pero las consecuencias profundas, sin falla, el 100% de las veces, sólo benefician al que actúa correctamente.

A la larga, lo que logres construir o ganar por medio de mentiras, corrupción y oportunismo va a ser algo con bases débiles, va a ser algo inestable y en últimas te traerá malas consecuencias materiales, sociales y personales. Pero lo que construyas siguiendo tu ética y actuando correctamente va a ser algo con bases fuertes, algo estable y firme, algo que lo más probable es que perdure en el tiempo y que no sólo te va a traer satisfacción en lo material si no que va a tener repercusiones positivas en la imagen que tienen tus seres cercanos sobre ti y más importante aún, en tu relación contigo mismo, te va a ayudar a sentir más amor propio, confianza, paz, tranquilidad y felicidad.

Tomar las decisiones correctas normalmente es difícil, normalmente estas son las decisiones que nos exigen más, que piden que resolvamos problemas, que renunciemos a nuestros malos hábitos, que enfrentemos nuestros miedos, que salgamos de nuestra zona de confort; suelen ser esas decisiones que nuestro primer impulso es rechazar, pero que cuando analizamos bien la situación, sabemos que son las correctas. Al final, somos libres de elegir el camino que queramos en cada escenario, pero es bueno que entendamos estas dinámicas para que cuando las consecuencias nos lleguen, que llegan sin falta, no nos tomen desprevenidos. Es como dice la autora Jerzy Gregorek, “Decisiones difíciles, vida fácil. Decisiones fáciles, vida difícil”.

 

¿No estás 100% convencido?

Si los argumentos que te he presentado no han sido suficientes para convencerte de que actuar bien siempre es la decisión correcta, piénsalo como una verdad pragmática.

Analiza qué consecuencias traería para tu vida el aceptar que el bien siempre, ¡siempre! triunfa sobre el mal, si realmente lo crees, vas a verte más motivado e incluso comprometido con tomar siempre las decisiones que consideres correctas, a actuar siempre en pro del bien y a seguir tus principios éticos; con tu actuar, vas a aportar a que el mundo sea un lugar más bello y agradable, y así mismo lo vas a percibir, como un lugar mejor y más justo.

Tu nuevo comportamiento va a mejorar tus relaciones sociales, vas a recibir más apoyo, compañía y cariño de tus seres cercanos y de tu comunidad, y lo mejor es que la imagen que tu mismo tienes sobre ti, va a mejorar, al verte actuar correctamente a pesar de las dificultades y las tentaciones, vas a fortalecer el respeto y la admiración que tienes hacia tu ser.

Conclusión

El egoísmo y oportunismo pueden llegar a ganar en el corto plazo, pero al final, en lo que realmente cuenta, la bondad y amabilidad siempre vencen.

Cree que el bien a la larga, siempre va a vencer sobre el mal; sólo así vas a lograr percibir el mundo como un lugar más bello, disfrutar más tu vida, ser una mejor persona, tener mejores relaciones sociales; tener una relación contigo mismo de respeto, admiración y paz; y a la larga, cosechar mejores recompensas.

TL;DR (Too Long; Didn’t Read)

Que el bien siempre triunfa sobre el mal, suena como un cuento sacado de las películas y es difícil de creer, porque a veces los malos actos parecen recibir mejores recompensas que los buenos. Pero, la realidad es que el karma existe, es una ley de la naturaleza y de hecho es muy lógico.

La trampa y el oportunismo pueden llegar a ser ventajosos en el corto plazo, pero a la larga el que actúa bien siempre va a ganar, va a generar mejores resultados materiales, va a recibir mejores resultados en sus relaciones sociales y va a crear mejores resultados en su relación personal con su propio ser.

Sea porque entiendas la dinámica de las decisiones y sus consecuencias, o porque quieres hacer lo práctico, cree que hacer lo correcto, siempre es lo correcto.

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